sábado, 17 de enero de 2009

jueves, 1 de enero de 2009

El libro bonaerense de Manuel

Manual de gestión 23
El objetivo de este manual es inducir a los potenciales integrantes al primer contacto con nuestra hermandad o red de negocios. Siempre se sobreentiende que los procesos de selección se aplicaron previamente, que el potencial integrante tiene probada integridad y que no amenaza a nuestras operaciones (ver Manual de gestión 16, 17 y 18). Para cualquier duda o asistencia, diríjase al coordinador que le dio este manual y los anteriores o envíe un mail a fail_better@yahu.com
1.- INFORMACION Y ORIENTACION GENERAL
Pasadas las pruebas de ingreso que testean a los potenciales integrantes y comprobado su deseo de pertenecer a nuestra red, seguramente el potencial va a querer tener información de la organización. Indíquele los referentes a cuales acudir en caso de tener inconvenientes o solicitudes que hacer, dígale cómo contactarlos y dele el password que una a su comunidad. Recalque que los referentes no son jefes o coordinadores funcionales sino accidentales. En nuestra organización la representación es de uso esporádico. Si pregunta sobre el porqué de ese uso esporádico, explíquele la asociación entre las representaciones y el status quo de las relaciones de poder. La misma Rea y el mismo Toño son sus iguales y de precisarlos y estar disponibles, pueden estar bajo la coordinación del potencial.
KEYWORDS: AUTOCONFIANZA – COMPROMISO
2.- COMENTARIOS GENERALES
Todo ingresante debe tener muy en cuenta que su relación con la red es nodal y que él mismo elige cuánto y cómo quiere involucrarse. Incluso las solicitudes que desde la organización le hagamos están a disposición de su criterio: TODOS PUEDEN NEGARSE. Hay un solo requisito indispensable: EL SECRETO. Romper el secreto es equivalente a ser despedido, eliminado por completo de la organización. Es importante insinuar que la red va a matarlo a mansalva. Y más importante aún es tener los recursos y el valor para hacerlo en caso de ser necesario.
Cumpliendo con la regla del secreto, no hace falta más para que sea considerado como uno más de nuestra comunidad.
KEYWORDS: LIMITE – SECRETO – COMPROMISO
3.- MOSTRANDO LAS VENTAJAS
Es importante que el potencial integrante sepa y se convenza de las ventajas de pertenecer. Conociendo las razones de su ingreso podrá darle un pantallazo general por todas ventajas que podría obtener. He aquí algunos ejemplos:
Un comerciante de telas de Once estaba desesperado por la competencia imposible que estaba llevando contra los comerciantes que vendían productos importados. Cansado y sin demasiadas esperanzas de poder subsistir con su negocio se enteró de la existencia de la organización y de sus trabajos. Se inicia y busca en nosotros una solución a sus problemas. Pero, contrario a todo lo que sea criminal, exigió que todo fuera dentro de las normas de la ley. Dos de nuestros abogados más eficaces se pusieron sobre el caso y lograron cerrar tres de los negocios que competían directamente con nuestro nuevo integrante (uno por venta de contrabando y los otros dos por evasión de impuestos). Dos consorcios del barrio, también asociados a nuestra red, comenzaron a trabajar con el boca a boca para promocionar el negocio y desprestigiar a sus competidores sobrevivientes.
Hoy el comerciante es uno de los más prósperos de la zona.
Esta historia es ideal para cualquier comerciante, y de ser necesario se pueden buscar a los partícipes del salvataje para que atestigüen (hable con sus referentes para poder hallarlos).
Hay historias y testigos para casi todos los casos, consulte en caso de no poder encontrar la más apropiada.
KEYWORDS: NODO – VENTAJAS – COMPROMISO
4.- LAS DIMENSIONES DE LA RED
Es importante transmitir a los potenciales integrantes la dimensión completa de la red en la que van a participar. Tanto para hacerle sentir el respaldo de nuestra organización, como para resaltar la responsabilidad asociada a su ingreso. Un buen método es llevándolo a un barrio al azar y comenzar a recorrer los puntos de la red que actúan en ése barrio. Es aconsejable que el potencial integrante sea quien elija el lugar. Se recomienda armar previamente una ruta que cruce el barrio entero. Para evitar todo problema es indispensable hacer previamente citas con los lugares a visitar evitando de este cualquier situación incómoda o contraproducente.
Una visita bien lograda puede lograr una integración perfecta con la red.
KEYWORDS: DECISION INDIVIDUAL – RED – COMPROMISO

COMO SIEMPRE, RECUERDE QUE LA METAFORA DE INTERNET PUEDE AYUDAR A DAR SIEMPRE UN EJEMPLO ACCESIBLE, AUNQUE SIEMPRE RIESGOSO. PARA ESTE MANUAL DE GESTION PUEDE UTILIZARLA PARA RESALTAR QUE EN LA INTERNET NO PUEDE ACTUAR SIN CONOCER SU FORMA Y SIN RESPETARLA. ESA FORMA ES LA NECESIDAD DE SER DE LA RED, SIN ESA FORMA NO ES NADA.
Manual de gestión 715
El objetivo de este manual es continuar produciendo reglas que ya nadie lee ni leerá en su puta vida. Si acaso alguien llegara o llegase a leer los 714 Manuales de Gestión hasta llegar a éste manual y no comprendió hacia dónde apuntábamos; puede venir a buscar su diploma de boludo oficial de la red en cuanto desee. Aquí lo esperamos.
1.- PORQUÉ HACEN FALTA REGLAS SIMPLES PARA EVITAR QUE TOÑO SE ABURRA
Como ya se ha demostrado más de una vez, el aburrimiento de Toño parece ser una fuente de producción de extraños monstruos, la mayoría de ellos incontrolables. Basta recordar que por simple aburrimiento fue capaz de abrocharse a quince justicias en las emboscadas de Boedo, capaz de hacerle poemitas a Correcto y capaz de armar un a cadena de burdeles desde Puerto Madero hacia el oeste (donde está el agite). Básicamente, cuando el tipo se aburre nos mete a todos en quilombos enormes. Sin dejar de ver las ventajas de esta actitud proactiva de Toño, es aconsejable sin embargo evitar el aburrimiento de Toño lo más posible.
KEYWORDS: GARCHEMOS Y ROBEMOS O RAJEMOS MUCHACHOS
2.- LO PRIMERO ES NOTAR LOS SINTOMAS PRELIMINARES.
Una de las cosas que se aprenden estando con Toño es que se aprovecha mejor el tiempo si no se tiene que estar llorando sobre la leche derramada. El es bueno en eso y eso hace que el trabajo de prevención sobre él sea más difícil, ya que el muy hijo de puta es un doctor cuando se trata de esconder sus emociones. Sin embargo, años de pormenorizado estudio sobre el caso nos dan una serie de datos que hasta ahora eran completamente desconocidos y abren un mundo de oportunidades a la hora de tratar con Toño.
Paso 1: chequee regularmente la rutina de su Toño. El plan más largo en el que un Toño ha estado involucrado duró siete meses, sin embargo el promedio de duración de sus planes es de 3 semanas. Esto significa que si la rutina de su Toño está concluyendo la segunda semana inalterable, es muy posible que en la cabecita irrefrenable de nuestro querido ya se esté gestando el próximo plan maquiavélico capaz de hacer que todos tengamos que irnos al carajo en cinco minutos. Un chequeo regular puede ponernos sobre la pista antes de que sea tarde o irreparable. No deje de llevar algún control si no quiere salir corriendo.
Paso 2: además del control de los tiempos, muchas veces es necesario prestar atención a los detalles simples como las cantidades de café, de cigarrillos y demás vicios diarios. Sencillamente: seis tazas de café diarias implican peligro, lo mismo que un atado y medio de cigarrillos. La banda habitual y, por lo tanto, no-riesgosa oscila entre las tres y cinco tazas de café y entre los diez y veinte cigarrillos diarios.
A pesar de estos dos pasos de control para tener visibles los primeros síntomas de aburrimiento de Toño, no podemos garantizar (hay que reconocer que felizmente) que Toño no se aburra. Al fin de cuentas tiene mucho de azar.
KEYWORDS: NO NOS HAGAS CORRER POR TODOS LADOS POR FAVOR.
3.- ¿QUÉ HACER CON TOÑO UNA VEZ QUE SE LO DESCUBRE ABURRIDO?
Quizás sea esta la gran duda que no pueden resolver nuestros estudios. Habitualmente creíamos que el aburrimiento de Toño despertaba en él los más inverosímiles y osados planes; pero, sin embargo, el refinamiento sobre el pensamiento inicial nos ha dado una perspectiva mucho más aterradora. Si bien muchas veces Toño nos ha empujado a los más descabellados planes sólo por aburrimiento, hay pruebas fehacientes que otras tantas veces la desesperación por entretener a Toño ha creado planes todavía más alocados y peligrosos. Una vez la Rea le propuso robarse las pistolas de la comisaría 14, otra vez Moreira le dijo que era hora de elevar un nivel la organización y crear medios de comunicación.
Hasta la fecha, lo más cercano a una buena respuesta al aburrimiento fue dada cuando se le propuso a Toño mejoras sobre los negocios del momento. Mejoras burocráticas, nuevas reglas, nuevos retos de salón. Toño nos enseñó que las reglas hacen al juego y que lo lindo de nuestro juego es que conscientemente hacemos las reglas; y ese hallazgo es la respuesta a todos los aburrimientos. Es como si aburridos de jugar al ahorcado, se propusiera un ahorcado con oraciones famosas que no tengan aes, ni diptongos, ni participios pasivos pasados. Es así como un día descubrimos que mucho más importante que el poder ejecutivo y el judicial, es el poder legislativo.
Desde entonces, cada vez hay más passwords, estadísticas y normas internas. Milagrosamente, esta superpoblación de reglas nos hace mucho más resistentes como organización (hasta tenemos 5 planes de contingencia armados para todas las posibles emergencias; seguiríamos funcionando aunque no hubiera ninguno de nosotros vivo).
KEYWORDS: LA DESESPERCION NO ES NUNCA BUENA CONSEJERA, PERO LA CONFIANZA CIEGA EN LAS REGLAS NO ES UN SALVAVIDAS. SIEMPRE ES JUEGO.
SI TOÑO NO SE SALVA Y NOSOTROS TAMPOCO, HEMOS LOGRADO ALGO QUE NOS TRASCIENDE: EL ABURRIMIENTO.

Del Binomio A La Ecuación Compleja

La pregunta sobre el llamado “binomio criminal” que formarían Toño y La Rea suele oscilar entre ellos; apuntando por lo general a lo disímil de las personalidades y características de cada uno. Si la pregunta, por ejemplo, apunta a la capacidad de penetrar en una organización como la AFIP, investigadores de tanto prestigio y valía como el mismísimo Julio Verkell, afirman(1):
“(...)Siendo uno de sus habituales puntos de investigación previos, que utilizaban para analizar con detenimiento los ingresos declarados de los objetivos contra los que actuaban; los ingresos a la AFIP son ejemplo singular del funcionamiento relojero del binomio criminal. Habitualmente (como en sus ingresos de 04/99, 06/99 y 11/99) era la Rea quién se vestía de traje sastre y acudía al edificio de Yrigoyen y Defensa para simular ser una inspectora externa que precisaba datos sobre algún particular. Si esta operación, por alguna razón, fallaba; de cualquier forma la visita de la Rea era aprovechada: ella le marcaba a Toño los trabajadores asociados al expediente. El segundo paso era el soborno, que solía realizarlo Toño en un bar de Defensa. Si, por alguna razón extrema, el/los empleado/s se rehusaran al soborno; volvía a ser el turno de la Rea; ahora encapuchada y falseando la voz, que a fuerza de golpes y amenazas insistía con sus investigaciones.
Esto marca un patrón de alternaciones y división del trabajo que les era característico en casi todas las áreas. Este patrón podemos encontrarlo incluso detrás de estas acciones concretas, en la elaboración de los planes: Toño traía el dato de algún posible objetivo, la Rea diseñaba la estructura de investigación, después Toño analizaba la aplicabilidad de la estructura y desde ahí comenzaban. Las veces que la Rea traía el dato inicial, toda la cadena de trabajo se alteraba. Uno de esos datos que trajo la Rea, llevaron a Toño a uno de sus arrestos más famosos, al perderse en el edificio de la AFIP.”
Para Verkell el funcionamiento del “binomio” consiste en la idea de la cinta fordista, en donde el lugar ocupado determina la labor. Cabe preguntarse si es necesariamente un trabajo de dos, siendo esta estructura de dos demasiado económica en términos de cantidad, pero muy onerosa en términos de esfuerzo para tales trabajos. Hubiera sido sin duda más sencillo para ellos utilizar todas las herramientas y recursos disponibles (incluso los humanos) para llevar a cabo estos planes o esta estructura en serie de planes. La pregunta no es tanto “¿cómo es que el Toño y la Rea trabajaban?” sino
“¿Por qué con tantas herramientas y recursos a su disposición, el Toño y la Rea trabajaban así?”. Es absolutamente contraproducente, extensa y extenuante la forma de trabajo que eligieron. Teniendo en cuenta sus conceptos tradicionales de “trabajo” y “economía” (Analizados en el capítulo 10) es incomprensible esta estructura.
Sin embargo, parece que a ningún investigador hasta ahora le llamó la atención este inquietante punto. Y eso, a mi humilde parecer, tiene más que ver con la forma de analizar de los investigadores que con cualquier otra cosa. En general, los investigadores toman la carrera de Toño y la Rea como una sucesión de hechos en los que hay que leer un trasfondo social o una aventura individual. Una sucesión cuya hilación arma un sentido de intención casi romántico, como si los hechos y acciones de Toño y la Rea armaran un texto plenamente coherente y asible en que lo importante es la perspectiva de realidad que provee. Al parecer, no podemos pasar la barrera de lo meramente fáctico; y (esto es lo más curioso de todo) eso sucede sólo por la fascinación que produjo esta pareja entre quienes escribimos de ellos. A veces (casi siempre) parece que ellos hubiera hecho lo que hicieron para ser relatados y que ese ser relatados nos impidiera pasar a cualquier otra instancia analítica.
Tomo a mi cargo mi fascinación, y comienzo asumiéndolos como un objeto identificable para el análisis: un relato; y entonces puedo seguir con la pregunta que me trajo hasta este nuevo objeto: ¿por qué eligieron esa estructura de trabajo que atenta contra la verosimilitud, contra la sensatez de cualquier estructura de trabajo?. Lo primero que habría que aclarar al respecto es que la primer lectura de esta estructura de trabajo rompe la idea de binomio, en donde los términos se interrelacionan de manera inseparable por medio de un signo que marca su relación. Dentro de la estructura de trabajo, estos términos que representan al Toño y a la Rea alternan posiciones, e incluso cambian constantemente los signos que los interrelacionan; ya que en realidad están reemplazando a términos escindidos de una ecuación compleja. Más adelante probaremos que esta interrelación tan compleja se aplica a casi todos los términos de la pareja. Sus aspectos revolucionarios y sus delicias reaccionarias hicieron de ellos una ecuación de equis irrecuperable. Ellos solos, y nadie más que ellos, armaron una forma de reemplazos permanentes que intentaban suplir un universo de ausencias. La cinta de trabajo para extracción de datos de la AFIP es de lo más elocuente al respecto.
Para una mejor iluminación de estos aspectos, no hay que olvidar el subrayado que la Rea tenía en el libro de Marx
(2): “Un filósofo produce ideas, un poeta poemas, un clérigo sermones, un profesor tratados, y así siguiendo. Un criminal produce crímenes. Si observamos de más cerca la conexión entre esta última rama de la producción de la sociedad como un todo, nos liberaremos de muchos prejuicios. El criminal no sólo produce crímenes sino también leyes penales, y con esto el profesor que da clases y conferencias sobre esas leyes, y también produce el inevitable manual en el que este mismo profesor lanza sus conferencias al mercado como “mercancías”. Esto trae consigo un aumento de la riqueza nacional, aparte del goce personal que el manuscrito del manual aporte a su mismo autor.
El criminal produce además el conjunto de la policía y la justicia criminal, fiscales, jueces, jurados, carceleros, etcétera; y estas diferentes líneas de negocios, que forman igualmente muchas categorías de la división social del trabajo, desarrollan diferentes capacidades del espíritu humano, crean nuevas necesidades y nuevos modos de satisfacerlas. La tortura, por ejemplo, dio surgimiento a las más ingeniosas invenciones mecánicas y empleó a muchos artesanos honorables en la producción de sus instrumentos.
El criminal produce además una impresión, en parte moral y en parte trágica según el caso, y de este modo presta “servicios” al suscitar los sentimientos morales y estéticos del público.”
Los matices de los trabajos y el derrotero en general de la Rea y el Toño, pueden leerse sin inconvenientes a partir de estas líneas. Las preguntas más elementales y llamativas, se pueden leer a través de este fragmento que la Rea con sabiduría llevaba casi como estandarte. Ellos atentaron contra la estructura de producción de criminalidad, todo lo que les fue posible. Nótese que los trabajos sobre ellos tienen más que ver con la literatura que con los trabajos legales o, siquiera, periodísticos (¿hará falta resaltar que éste no es la excepción?). Las habilidades del Toño para escapar, desarmaban automáticamente el aparataje legal y su forma de castigo única. Y a partir de la construcción de su famosa red de franquicias, ellos se convirtieron en los productores activos de leyes; invirtiendo completamente la producción de la criminalidad. Ya no eran los detonantes de las leyes, eran los escritores. Y, lo siguiente y lo más llamativo, también trataron de huir de los textos de los profesores (pero no saben que hasta llegamos a preocuparnos por cómo repartir la manteca en las tostadas, ellos no tenían oportunidad de huir de nuestra jaula de letra).
Sin binomio cae la regla tradicional para interpretarlos, Toño y la Rea arman un desafío mucho mayor de lo que supone la fascinación, pero que se atasca en ella. Es por eso que es tan difícil evadirse de la simple enumeración de los hechos y acciones; y que por análisis, hasta hoy, sólo se escribió el detalle de armado de sus planes.
Ese detalle de armado nos permite, sin embargo, ingresar en una constelación de categorías diferente que tiene que ver con las motivaciones de Toño y la Rea. Desde mi hipótesis fascinada, asumo que creo (sin razón, con la misma fe que muchos depositan en Dios) que ellos actuaban pensando en ser relatados. Por lo tanto, en este ser relatados, estarían ellos influyendo activamente; no se olvide a manera ejemplo más evidente que ellos fueron muy amigos de las notas. Como si quisieran documentar sarmientinamente su paso heroico (o, mejor: contra heroico) para ser relatados. Y como si fueran ellos los primeros productores del relato (no como objetos sino como sujetos).
Estas notas quizás puedan sustentar, medianamente, mi arbitraria hipótesis. Más allá de cierto afán irónico o sarcástico, las notas marcan una intención. No son notas funcionales a sus trabajos, como podrían serlo las notas de rescate; son notas excesivas, notas que van mucho más allá de lo que se esperaría. ¿Para qué dejar una huella de la huída? Más allá de la evidencia de la burla instantánea al sistema de justicia y represión, o a su representante más directo de turno; la consecuencia en esta acción indica una conducta maníaca con trasfondo más profundo. Piénsese que Toño debía escaparse dos veces: una primera para conseguir lápiz y papel y una segunda definitiva; y he aquí otro de estos gastos extraordinarios que tanto hicieran Toño y la Rea. Estos gastos que en primera instancia podría considerárselos contrarios a la economía misma del relato y a su fe devota al naturalismo. Y es que puede obedecer a esta intención de ser relatados y a esta vocación de ser ellos los primeros autores de los relatos.
Una vocación por la autobiografía, sin grafía.
Paso a paso vamos internándonos así en un universo de fascinación nuevo, que paradójicamente desplaza el eje de la escritura y la intención del relato. Porque esta vocación estaría sustentada por las notas, por los gastos, y a la vez es eliminada por la ausencia de la misma escritura de ellos mismos, por la ausencia de grafía. Y si bien esa debería ser la prueba definitiva, nadie escapa al encanto de estos relatos, de la mínimas cotidianeidades que conformaron. Es como si hubieran prevenido los intereses y los caminos de lectura que se realizarían sobre ellos: así, súbitamente, su gigantesco poder no es el relato que conformamos con ellos, sino su poder de lectura capaz de hacer de nosotros sus hacedores. Han preparado todo para que hagamos su trabajo sucio, ellos no se rebajarían a contar su historia; nos han seducido para que lo hagamos por ellos.Sin duda, esta es la más exagerada de mis hipótesis; pero milagrosamente es la única capaz de lograr cohesión en el largo camino que llevaron Toño y la Rea. No puedo dejar de reconocer que creo que he sido una víctima más de las estafas de Toño.
(1)Julio Verkell, Castigo y crimen, historias argentinas de bandidos del Chato a Toño. Buenos Aires, Editorial Solitaria Lumbrí, 2000, p. 568.

(2) Karl Marx, Historia Crítica de la Teoría de la Plusvalía, 3 vol. (traducción de W. Roses), México, Fondo de Cultura Económica, 1945, Tomo I, p.217.

Pasada Payada Pavada

Andaba por las esquinas,
Con su brillo Montecristo,
Haciendo vida en camino.
Lo acompaña su Mefisto.
Fausto Toño, fiel canino:
La Rea te armó un destino.

Dicen los malos que no,
Que caminó con albedrío;
Pero todos los que allí vimos
Sabemos que él era el brío,
Y nada más que eso vimos.
La Rea te armó un destino.

Vagar y andar de caño
No te hizo tan especial,
Entre tanto original
La diferencia no es el caño:
Es la mente criminal,
Que no para ni para ir al baño.

Dicen que anduvo en Barracas,
En Devoto, y en Belgrano,
Siempre Montecristo en mano,
Buscando sacarla barata.
Apenas si era otro cuerpo
Armando sombra escarlata.

Dicen que anduvo borracho,
Dicen que anduvo perdido;
Pero callan que ese escracho
Lo levantó otro ser vivo.
La tinta de este relato,
Tiene sexo femenino.

La Rea hizo boxeo,
Leyó arte e hizo cine;
La Rea no fue al recreo
Cuando sonaron los timbres:
Ella ya estaba afuera,
Montada al futuro en crines.

Dicen que se conocieron
Cuando allá en Asunción
Al Toño le dieron caución,
Por algún que otro desacato.
Y ella lo descubrió
Huyendo ya sin recato.

Y que desde aquel lugar
Hasta esta ciudad vinieron,
Empujados con la idea
De saber qué es lo que hicieron;
Para en este mundo estar
Donde el cuerdo se hace lelo.

Empezaron a trabajar
Cada uno en su empleo
Y asolaron cada lugar
Donde se le vieron los pelos.
Que la mano criminal
Puede todo si tiene seso.

Que se hicieron enemigos
Mientras armaban su imperio.
Y que era un gran misterio
Verlos comiendo higos;
Porque no le tenían miedo,
Ni a la parca ni al presidio.

Y los creímos invulnerables,
Libres de toda falencia,
Como aquellos memorables
Ladrones de Valencia;
Si hasta dicen que los veían
Quienes tenían su querencia.

Y crecieron y crecieron,
Como un sauce en la llanura,
Y de pronto comprendieron
Que su trabajo era de altura.
Armaron toda una red
Que sostuvo su armadura.

Una red no articulada,
Una red bien descentrada,
Cada pie era cabeza
Y cada cabeza una sede.
Crearon una interné
Una real red de redes.

Y así fue que pudieron,
Negociar de otra manera;
Mas grandes se convirtieron
Dueños de la cerealera
Cuando todos decidieron
Comer el pan de mañanera.

Dicen que entre los enemigos
Estaba un duro comisario,
Que hacía que sus negocios
Fueran de mal empresario.
Para la voluntad de Correcto
Atraparlos era necesario.

La gloria jamás obtuvo
Ese triste comisario
Que tanto los perseguía
Por la tierra y por los caños.
¡Pero cómo lo maldecían,
a ese tenaz comisario!

Siempre detrás lo tenían,
Como al perro el caballo;
Y sus largos galopes sueltos
No lo perdían; y no lo callo:
Fue Correcto quien les dio el vuelto
De todos sus negociados.

Escondidos en la red
Eran peces sin problemas
Ya ni Correcto los veía
Y perdía su vida lema.
¡Algo tenía que hacer
para seguir con su faena!

Correcto hizo lo apellido,
Como estaba destinado,
Dos chicas del estallido
Le sirvieron de preparado.
Habiéndolas saludado
Con picana y submarino.

Dicen que en la comisaría
Las tuvo durante tres días;
Y que al cuarto ya sin valía
Los cuerpos estaban sin vida.
Y hasta de la última gota
Correcto datos pedía.

Dicen que al viejo estilo,
El comisario les preguntaba
Si hasta dicen y sin sentido
Que la refalosa bailaban.
A los dos cuerpos los encontraron
Con los huesos al sol dorados.

Y así fue como Correcto,
Vive con un caño apuntándole al recto.
(Nota enviada al comisario Correcto, junto con un mapa el 23/04/99. El mapa indicaba la ubicación de los cuerpos de 4 policías de su confianza con los que realizó el interrogatorio).

jueves, 25 de diciembre de 2008

Mala Vida

¿Cómo olvidar la suave madrugada de sus ojos? La gitana era una dulzura, no había mirada que pudiera evitar su presencia ni cuello que no se torciera con su andar. Sí, está bien; lo de la madrugada es un poco exagerado. Lo que pasa es que esa fue la frase, la que le dije y ahí, zás, la gitanita bajo sus ojitos divinos y al fin me regaló esa sonrisa que estaba buscando. Sí, vos reíte, melonazo, pero no sólo el Flaco Sanabria tiene un libro en su casa. El problema con esas frases es que si llegan a caer mal quedás como un pelotudo irremediable. Claro que cuando caen bien... Mirame a mí, que estaba ahí, en el bar del Rengo (¡En el del Rengo!) con esa mina que rajaba la tierra y con esa frasecita ya estaba dispuesta a olvidar todo: casa, marido, futuro y familia consolidada; y todo sólo por esa frasecita cursi. Es más, si querés escuchar una confesión mayor y que puede probarte que es verdad, te cuento que ni bien se sonrió se me puso como una piedra.
El tema con la mina era mucho más jodido porque estaba el marido, un gitanazo de dos metros oriundo del Paraguay, y según decían
empujado por alguna que otra causa. Está bien (no pensé que “oriundo” te pareciera un desafío tan grande): era un gitano de Paraguay. ¿Te gusta más así? El tema importante era que el chabón daba miedo, lo mirabas y ya querías desistir de todo intento con la gitanita. Y eso que, ¡hermano!, era difícil ver a esa mina sin querer acabar con ella entre las sábanas, o apurándola en un zaguán medio oscuro con olor a viejo.
¿Sabés qué pasa? La mina pasaba todos los días (todas las mañanas y todas las tardes, en realidad) por la misma puerta de mi negocio. De pronto surgía con el vestidito blanco y ya te hacías toda la película y te olvidabas del resto de las cosas, y al otro día pasaba con calzas y topcito (¡Mamita, lo que era ese top!) y ya te inventaba otra historia con solo pasar por delante de la vidriera.
Y al final, casi sin que me diera cuenta, estaba cada mañana esperando que se hicieran las diez para verla ir; y cada tarde me sorprendía esperando que fueran las cuatro y media para verla volver. Fue así, una inesperada obsesión que fue creciendo (ojo con esa frase, que vale la pena guardarla). Estaba calibrando los cambios de algún gil y miraba el reloj: 4:26. Y ya no importaba nada: me iba a recostar al mostrador, y dejaba la bici toda desarmada. Y si de pronto cruzaba el límite de las 4:34 y no pasaba, yo empezaba a putear a dios y la virgen y a todo el santo evangelio. Empezaba a argumentar que el tiempo, porque seguro que ella había pasado veloz y corriendo antes que empezara a lloviznar, mientras yo estaba en el fondo, en el taller, y me había perdido de verla. Y que la gran puta que lo parió, que cómo pude quedarme ahí, en ese oscuro fondo, en vez de venirme a verla, y que la bici del jodido de Daniel podría esperar y que no se iba a quedar peor por dejarla un rato antes. Y mientras juraba y perjuraba que era el más boludo de todos, pum, la mina cruza la vidriera y se para un segundo para tomar valor y correr, porque parece que en cualquier momento se larga en serio; y hasta parece que de reojo... ¿me mira?... No, no puede mirarme. Pero sonríe, sí, sí; miró. Y me sonrió, sonríe porque me miró. Y se va corriendo y esquivando los charcos que ya formó la llovizna.
Me sonrío. Me sonrió.
Y con eso sólo ya fue suficiente para dejarme un muy buen rato pensando, el celoso gitano no tenía porqué enterarse si algo pasaba entre ella y un calenturiento servidor. Ya me imaginaba filtrándome en la casa, como un ladrón, mientras el gitano está... No sé... En la taberna en donde se juntan los gitanos a emborracharse. Y la casa está con rincones oscuros, y yo voy de sombra en sombra, hasta el baño en donde se escucha la ducha, y yo abro despacito, muy despacito y suave, la puerta; y un vaho de vapor se escapa y entonces me meto rápido en el baño para que no se escape el calor y me descubra, y cierro la puerta. En eso se cierra la canilla, y yo veo la silueta del cuerpo a través de la mampara. Y entonces, yo introduzco mi mano más allá de la bañadera y del otro lado una mano suave me agarra y lleva mis dedos hasta esa deseada piel...
Más bien que no es el gitano, pelandrún, es la gitanita que te digo.
Bueno, la cosa es que si así había quedado con sólo una mirada y una sonrisa; imaginate cuando unos días después la veo entrar con su bici verde en el negocio. Esas cosas que quedan en la memoria sin que uno sepa por qué: era miércoles y estaba muy ventoso.
Ahora bien, vos me ves acá en la barra del bar contando historias de minas con mi chopcito y no das medio mango por mí; y la verdad es que hacés bien. En cuestiones de minas, sin llegar a ser un cuatro de copas, apenas si soy un caballo de bastos: atropello y golpeo. No es una estrategia muy sofisticada, y mucho menos eficaz. Pero, ¡hermano!, cómo estuve ese día. Qué puedo decir: estaba inspirado. Fijate cómo será que ella entró a inflar la bici y yo terminé convenciéndola de irse conmigo a tomar algo a lo del Rengo esa misma tarde. Es más, esa misma tarde, en la bicicletería me enteré del dato que hace toda la diferencia: el gitano trabajaba de noche. Trabajaba en el bingo (después me enteré, o me dijeron, que lo estudiaba para reventarlo). Y la pobre gitanita que todas la noches sentía las sábanas frías...
Esta bien, loco, andate. No me creas. Pero no me queda otra que contarte la verdad. Si me pagaras la birra aunque sea, tendría algo porqué mentirte. Es más: te pediría que seas paciente, porque no todo fue ganancia en esta historia. Hacé algo, chabón; quedate un rato más, escuchá el final, y después decime si creés que miento. Es más, si cuando termina seguís creyendo que miento, te pago lo que quieras tomar.
Esa te gustó, sos un borracho de mierda.
Bueno, ojalá que sea así, que sea la historia lo que te retiene y no la apuesta. De cualquier forma yo la dejo en pie, para que veas qué fe que me tengo. Y la verdad, también para que te quedes un rato. A veces es lindo charlar un rato, por tener ganas de charlar nomás.
¿En qué estaba? ¡Ah, sí! ¡El bar! Si a la tarde estaba inspirado, no te podés dar una idea de cómo la parlé en lo del Rengo. Uno de esos días en que no podés perder, salvo que quieras. Uno de esos días en que todas las respuestas son ocurrentes, y hasta de pronto elegís dejarle ganar alguna porque sino te vas de largo y te cree un creído. Y eso que la gitanita no era ninguna boluda, ojo. No se quedaba atrás ni en las respuestas ni en el chispeo; pero yo estaba inspirado y contra eso no se puede. Había que verme: ganaba en los chistes, ganaba en los consejos sabios (porque en mi chamuyo nunca falta la parte sentimental y de bajón, de la que sólo la levantás sabiendo qué decir, o qué quieren escuchar), ganaba en las insinuaciones y en las afirmaciones. ¿Viste cuando te das cuenta que vos manejas toda la situación, y que aunque ella sea una acróbata no va a poder salir de tu enredo de palabras?
Quedamos en volver a vernos el fin de semana. Y desde ese día, cada vez que pasaba por la vidriera miraba y me saludaba y me sonreía y yo estaba que no daba más. A todos los que podía los citaba a las 10 o a las 4:30 para que vean que ella me saludaba. Y, a veces cuando no había nadie conmigo y ella pasaba, ponía el cartelito de “Enseguida vuelvo” y me iba al baño a hacerme una.
Al final te ofendés por todo. Si soy muy explícito te da asco, si te la hago por arriba te miento. Decidí que querés hacer, porque yo no te freno más.
Bueno, mejor. Hagamos algo, después contame vos tu levante más memorable; y ahí me vengo. Es como que te corten el polvo que te dejen con la historia a medio contar (al final, parece que para hablar tengo que rogarte que me oigas; yo no sé si es así esto).
Empezamos a vernos seguido, y por suerte, como resaca de aquella labia memorable que tuve, yo me volví un conocido “picante”; ella sabía que siempre que la veía le tiraba alguna indirecta. Y que si te gusta hacerlo de noche, que si tomás la leche, que si querés que te sirva, que si tomás de mi mate y que se me acabó la yerba. Siempre, siempre, por lo menos una.
Y entonces, ella se reía y me iluminaba todo el negocio con su risa, y yo pensaba que ella no se había negado ni horrorizado, y que quién sabe. Por ahí puede ser que alguna vez se me de a mí.
Hasta que un día, cruza la puerta de mi negocio el gitano. A inflar la bici, y a mirarme. Se notaba que buscaba algo, porque miraba peor que feo. Te digo la verdad: me cagué en las patas cuando lo ví, pero mientras estuvo en el negocio le mantuve la mirada y me sentí valiente. Y entonces, cuando se fue, ya sabía que se la había ganado (aunque si el tipo daba media vuelta y volvía a entrar, yo me entregaba sin disparar; el tipo daba miedo de verdad).
Sin embargo, la gitanita estuvo una semana sin pasar, y yo que ya caminaba por las paredes. Algo había pasado en la casa gitana, y yo acá, sin saber nada.
Recién ahí me di cuenta que no sabía donde estaba parando la gitana, y que si levantaban campamento y se iban yo me quedaba sin jamás haber probado a esa gitana, ni decirle nada...
Porque yo en esos días decía que me había enamorado.
Esos días, estaba todo el tiempo pensando en que su risa, y que su voz, y que su velocidad (porque no era ninguna tonta, ¿te lo dije?) y que qué bien estaría teniendola ahí, en el local, cebándome unos mates, y a la noche calentando mi cama y dándole sentido a ese ir todos los días a desarmar bicis, por nada. Hasta ese momento todo había sido para esperarla, y una vez que ella llegó...¿para qué era todo? O para estar con ella o para darme por vencido.
Sí, loco, estaba bien de bajón la cosa. Ella pasó a ser todo y yo ya no dominaba nada. No había labia salvadora que me sacara de ésa. Y me decía de nuevo ¡boludo! ¡¿Cómo nunca le había preguntado dónde vivía?! ¡¿Cómo pude perderle el rastro así?! ¡Por boludo! Y nada más que por eso.
Así que imaginate cómo me puse cuando la vi de nuevo entrar al negocio. Loco, yo nunca había tenido palpitaciones y creo que no volví a tenerlas; en ese momento el bobo me galopaba por todo el local. Y ella agarra y entra como escondiéndose, y me dice que no podemos vernos más así, que él se enteró. Y yo entiendo que el muy hijo de puta la había fajado, y que si la mina había
venido era porque algo yo le importaba. Y entonces, me indigno y quiero ir y romperle la boca al gitano ese de mierda; pero ella me mira y llora. Y yo agarro y le digo que no, que no llore, y que si quiere puede quedarse conmigo...
Le digo que la quiero.¿Ahora? Bueno, andá. Pero volvé pronto,
pensá que queda lo mejor de la historia.

Se La Traga Más Mi Corazón

¿Volviste?
Te quedaste pensando, ¿no? Al final te está gustando el cuento. No vaya a ser que termines pagándome la birra vos.
En fin, la gitanita no se quedó conmigo, pero pasó algo inesperado. Agarra y me dice: “quiero que vengas a casa esta noche”. Termina de decirlo y yo ya había acabado como siete veces, estaba para el pucho. Y agarra y pone sobre el mostrador el manojo de llaves. Ni bien se fue, yo bajé la cortina y subí a arreglarme. Eran las diez de la mañana, y desde las diez hasta las ocho y media de la noche estuve arreglándome. Me bañé, me afeité, me perfumé, me vestí, me volví a bañar para sacarme un poco del olor del perfume, me volví a vestir (diferente que antes), y así. Era como una mina. Y paré a las ocho y media porque me puse un poco las pilas, porque sino seguía hasta las diez cuando tenía que verla.
Después de rondar el barrio durante una media hora y fumarme un atado y medio de cigarrillos, me acerco a la casa y entro sigilosamente como tanto había fantaseado. Y sí, voy de sombra en sombra, porque no había una puta luz prendida, y me voy acercando hacia donde supongo que está ella (porque es el único lugar que tenía una luz prendida). Una puerta con el brillo que le sale por abajo, y yo la abro y veo que hay una escalera, y que la muy caprichosa en vez de subir como todas las escaleras, va para abajo. Y que abajo había un veladorcito que era la única fuente de luz de la casa. Y al lado la esperada cama (aunque estaba bastante más hecha mierda de lo que esperaba). Era la fantasía del sótano, sólo faltaba que de un costado saliera la gitanita con el portaligas y las transparencias y ya estaba listo.
Pero no, en vez de venir la gitanita vino la sensatez tardía. Una vez que escuché que cerraban la puerta y le daban vuelta a la llave me di cuenta que algo no estaba bien.
No pasó nada, estaba encerrado en el sótano y no había forma de salir. A golpe y a grito no logré nada, por la ventana no salía, y de pronto lo mejor que podía pasarme era dormirme en la cama. O tratar de desarmarla y abrir la puerta. Pero la cama está empernada al piso y ya no queda nada que hacer. A la mañana temprano abren la puerta y aparece, por fin, mi gitanita.
- Disculpame Raúl, pero les dije a los pibes que nos ibas a dar las llaves, que no era necesario romper nada. Creo que es lo mejor. Nuestra idea no es dañar nada tuyo, sino tener un lugar que nos sirva de aguante.
Y yo que casi me largo a llorar. Te juro que la desilusión por el amor de la gitanita era mayor que el secuestro y la pérdida de mi negocio y mi casa. Ya no tenía nada, ni gitanita ni nada.
Le di la llave y le pedí que se quedara, que necesitaba hablar con ella.
- No Raúl, no entendés. Tengo que ir allá. Quedate tranquilo, no te va a pasar nada; te secuestramos para que no quedes pegado con lo que hacemos.
Y se fue.
Volvió a la media hora con algo de comida.
- Entedéme, Raúl, no podía decirte nada. No quise hacerte daño, y no te lo vamos a hacer. Reconocé también que yo no te prometí nada y que fue todo por tu cuenta. Arreglé que te trajeran una tele para pasar el tiempo, decime si querés algo más.
Y se volvió a ir.
Yo no te entiendo, en serio. Te cuento de un levante que es algo que a cualquier parroquiano le pasa, y empezás con que no me creés, con que no exagere, con que eso no puede ser. Y te cuento que me secuestran, me rompen el corazón y me roban todo lo que tengo y me decís que qué paso y te empezás a interesar y dejás de hacerte el reacio. Al final el que está mal sos vos.
Bajó el gitano a traerme la tele. De pronto ya no parecía un gitanazo de dos metros, ahora era un paisano casi amable. Me preguntó a dónde quería poner la tele. Yo le señalé el rincón hacia donde miraba como un pelotudo todo el día pensando en la traición gitana, así podía interrumpirme y sacarme de mi trance de autocompasión permanente.
- Mirá, ella te estima mucho. No te sientas mal, no te vamos a perjudicar. Honestamente, si fuera por mi te tendría durmiendo todo este tiempo; pero ella confía en vos. Todo lo que puedo hacer es disculparme por este cautiverio.
- ¿Cuánto tiempo piensan dejarme acá?
- No más de dos semanas.
- ¿Me dejan verles las caras, reconocerlos y tratarlos; y se supone que yo tengo que estar tranquilo? ¿No será demasiado pedirme confianza?
- No, es que no nos preocupa la denuncia. Si te interroga Correcto, decile que Toño (ése soy yo) le manda saludos a él y a su familia. Es más, por ahí le mando una botella de buen vino y una tarjeta. – y se rió.
La tele sólo agarraba dos canales, el once y el trece. Después de comentárselo a la gitanita me pusieron cable.
La gitanita empezó a bajar algunos días, a ayudarme a pasar el tiempo hablando o jugando a la escoba de quince. Y lo que era día por medio, empezó a ser todas las tardes sin que nos diéramos cuenta. Día a día fuimos armando una rutina de visita que comenzaba con saludos y amenazas por el partido de escoba venidero. Después venía el juego propiamente dicho, al que seguía una revancha inmediata y un tercero que desempataba, daba una honra o cubría de ignominia al perdedor. Después venía la merienda y por último nos sentábamos sobre la cama a ver Dragón Ball.
Y ahora vos me podés decir que soy el más boludo del mundo, pero lo cierto es que de pronto ya no me sentía más traicionado por mi gitanita del alma; de pronto me sentía realmente encerrado, más allá de ese sótano, atrapado por ese corporal y espiritual deseo de ser y estar con la gitanita. Esta gitanita de intimidad terminó siendo infinitamente superior y más poderosa que la del sueño erótico de la bicicletería. Y ya no quedaban más opciones que quedar pendiente de las idas y venidas de la gitanita, no quedaba más que degustar y ser feliz corporalmente por esos instantes que compartíamos.
Ahí me enteré de un par de cosas interesantes, que ella me fue contando y que yo le preguntaba cada vez que podía. Al parecer, mientras estaban preparándose para reventar el bingo, empezaron a buscar el lugar para el siguiente aguantadero, y de casualidad, el día aquel de la lluvia, ella me encontró mirándola como un pelotudo y ahí empezó a idear todo el plan nuevo desde la bicicletería. Cuando se lo contó a Toño, él no se dejó convencer, tuvo que ir en persona a ver el local, la ubicación y mi cara de pelotudo; y aparentemente mi cara fue elocuente.
Lo que andaban ahora haciendo “es mejor que no lo sepas, seguramente después te vas a enterar”. Y sé que fue algo que tenía que ver con una estafa bancaria y con un regenteo de chicas; pero no sé qué tenía que ver mi negocio y mi casa. Sé que no la usaron con las chicas, porque hubiera llegado algún cliente tardío a preguntar por ellas y eso jamás pasó (durante un tiempo tenía preparada una serie de bromas si llegaba un cliente así). Y las preguntas que me hicieron no tenían que ver con la estafa al banco, así que no sé qué es lo que hicieron con mi lugar.
Lo que tengo que reconocer es que hicieron exactamente lo que prometieron; mi negocio, mi nombre, mi casa, todo quedó libre de culpa. Descubrieron que tenía que ver con la banda de Toño y la Rea después de interrogarme por el secuestro, pero el lazo de mi casa con el negociado no se descubrió jamás. Pude reiniciar mi trabajo casi como siempre, si no hubiera sido por la profunda depresión que traje de mi secuestro.
Lo cierto es que en esos días, esos gloriosos días de mi secuestro, no me importaba demasiado lo que pasaría con mi negocio, ni con mi futuro; estaba en un presente tan empalagoso que no podía tener en cuenta la perspectiva de mediano o largo plazo. Además, esa perspectiva me asustaba, no tenía muchas intenciones de volver a la vida de afuera del sótano en donde cada tarde la gitanita y yo construíamos un edén pequeño burgués. Casi como una sit-com, cada tarde ella aparecía y comenzaba un nuevo episodio de una estructura armada en donde las variaciones y las novedades armaban el día a día y le daban un sentido de continuidad.
Y un día finalmente sucedió. La tarde se hizo larga y me descubrí viendo Dragón Ball yo solo. Y llegó la noche y yo ya empezaba a ponerme a llorar (no, no, literalmente; estaba llorando como un nene) y la puerta del sótano se abrió. Como un reina envuelta en tules, la vi bajar la escalera iluminada sólo con esa pequeña luz de luna que se filtraba en mi sótano. ¿Qué otra cosa que secarme las lágrimas podía hacer mientras ella se acercaba a mí? Y cada paso de ella hacia mí y mi cama, enterraba dulcemente todos mis pesares. Y con su presencia iluminaba un ahora que en ese mismo momento ya se definía como punto de quiebre de mi vida. Llega hasta mi, me mira y me descubre despierto, se sienta en la cama y me levanta hasta ella. Y me besa. Confundido, pero no muerto, comprendo que al fin mis manos pueden pasar el contacto de la tela y llegar al contacto de la piel, y me filtro hacia su espalda para al fin sentirla. No tenía corpiño. Y ahí nomás la tumbé sobre la cama, y empecé a desnudarla mientras ella me arrancaba la remera y me bajaba los lienzos. Te digo que nadie me tiró la goma como esa gitanita, y te juro que nunca chupé una zorra como ésa, saladita, húmeda y suavemente depilada. Qué noche, hermano, qué noche tan hermosa. Es una de esas noches para las que no te queda más que traer palabras que no te corresponden y que no sirven para otra cosa: fue una noche maravillosa. Mágica, única, especial, fuera de la serie del tiempo, fuera de la serie de la realidad. Un absurdo dentro del sentido de mi existencia, que tiene que ver más bien con esto, con el chopcito, con la barra y con el cuento del pasado.
Y, a pesar de todo eso, había una constante película que recubría todo, que estaba por sobre cada caricia, cada succión, cada degustación. Una presencia que hacía cambiarle el sabor a todo, y que sin embargo lo hacía más y más intenso.
Los dos sabíamos que esa era la despedida.
Es gracioso que preguntes cómo salí, porque eso es algo más que jamás le dije a la policía (mi versión para la policía fue bastante condimentada, con menos gitanita, menos amor, más violencia y más golpes para retenerme en ése sótano). Y eso quizá sea lo que finalmente haga que me pagues la cerveza, que es al fin de cuentas todo por lo que valió la pena esto. Espero que ya te estés arrepintiendo de haberlo preguntado. ¿Te acordás que ella me dio la las llaves?
Sí, soy un boludo. Pero quizá te consuele saber que yo lo supe desde el cuarto día. Yo mismo me hacía la comida y me lavaba la ropa.Te dije que vos la ibas a pagar.

Firme Firma Forma

Todos pudimos enterarnos del final del mito, de la última y definitiva captura del célebre Minotauro escapista, pudimos leer aquella última letra que cerraba el mito del Teseo Ladrón, y hasta casi pudimos pasear por esos barrocos pasillos en donde se desarrolló el drama singular de aquel memorable paraguayo cuyo nombre fue núcleo sustantivo y sustancioso de las oraciones de cada boca. Pudimos casi participar de aquella escena que nos abre inmediatamente la asociación del nombre en la memoria y nos cierra las sociedades en una escena igualmente estatuaria: aquella en que Rosende se aproxima a la panadería con la irrefrenable cautela con que los presentimientos se acercan al alma.
Lo que no todos quisieron saber es que el mito no surgió sin más, como necesidad de venta de diario o hueco en noticiero: se construyó punto por punto con esforzada dedicación y dedicado esfuerzo. El punto en donde se inició esta construcción mito bien puede ser aquella lejana Asunción en donde Antonito era un pícaro niño que como parte de sus travesuras aprende a realizar pequeños actos de raterismo, disfrazando su inocencia de travesura ilegal. Pero, tal vez, ése punto sea demasiado lejano y haya que buscar el inicio en aquel joven fornido que, dueño de un verbo privilegiado y ojos sabor marino, encuentra un nuevo oficio: gigoló. Quizás en esa lenta y paciente edificación de su particular perfil criminal, que podía mezclar el arte del fiolo, con el del punga, con el del asesino, con el del estratega, con el del escruchante, con el del alcahuete (en su vieja acepción) y quién pudiera completar la lista; quizá en esa cruza, decía, comenzara a construirse el mito. Pero no, nuestro inicio es en el episodio que le da nombre. Nuestro inicio del mito es apenas posterior a aquel episodio que lo terminó de formar, a aquel episodio en que un joven criminal logra tener al barrio entero bajo su puño. No contento con eso y haciendo gala de su (luego) característico afán de crecimiento realizó un par de estafas con propiedades que lo pusieron en la nómina de la criminalidad grande, dejándolo a un paso del inicio de esta historia. Una vez en ése nivel, no le fue difícil relacionarse con aquellos que terminarían facilitando su acceso al nombre: los contrabandistas de Ciudad del Este.
El joven, fascinado con las acciones del negocio, aprendió velozmente los pormenores y los pormayores del contrabando. Obtuvo sus relucientes y necesarias pistolas: dos calibres 45 que lo acompañarían hasta su último día y que llamaría, graciosamente, “Montecristos”. Siete disparos de ellos, marcando precisos hoyos en el pecho del jefe de la banda de contrabandistas de Ciudad del Este, fueron suficientes para ser electo el Capitán de los criminales de aquel lugar. Todos sabían que había llegado a ser el mejor en su “oficio”, sus Montecristos lo hacían también el más peligroso.
Un pequeño cargamento de libros empresariales que planeaban vender en Asunción le obsequió al joven Capitán de Ladrones una idea brillante, que, sin embargo, sería su perdición. Abandonaría la idea de capitanazgo a cambio del concepto de “management”, sería CEO y Gerente General del negocio. Si la parte “operativa” del negocio estaba en Ciudad del Este, la “administrativa” debía estar cerca del centro de poder geopolítico: en Asunción. El cambio ciertamente fue efectivo, en Asunción podía comerciar sin problema los productos traficados en Ciudad del Este; además mejoraba así las perspectivas territoriales prometiendo y casi asegurando un crecimiento sorprendente a ése nivel. Por supuesto, para mantener esta maquinaria en función se requerían constantes inversiones en las finanzas personales de algunos sucios y deshonestos capos policiales paraguayos.
El crecimiento y la proyección de sus negocios se volvieron magníficos. Sin embargo, siendo un gigante de la empresa olvidó una norma básica: el crecimiento personal en el negocio es directamente proporcional a la envidia de los fracasados que forman parte de la organización. El recambio de recursos es la circulación sanguínea; la osificación en los recursos existentes, su peor final.
En junio del 98 un operativo de 20 policías emboscó la casa victoriana que servía de sede administrativa al Gerente de los Ladrones. Dos horas después de iniciarse el operativo, el CEO estaba encerrado en la habitación rodeado por tres policías en la cocina, cuatro en el comedor y el resto del operativo esperando afuera, anticipando la escapatoria. Los Montecristos no descansaban, alternativamente relampagueaban con su formidable estruendo, lanzaban sus temibles balas que zumbaban por toda la casa como si fuera un panal de insectos enfurecidos; los agentes de la ley apenas podían tener tímidas respuestas frente a la balacera que producía El Gerente. De repente... El silencio. Los policías sorprendidos descubrieron que peor que los versos de Los Montecristos era su silencio, capaz de filtrar el pánico hasta el mismo centro del alma.
- Espero que me disculpen la descortesía, pero mañana tengo un día muy atareado y no me queda más remedio que pedirles que se retiren. Si les parece bien, podemos seguir con lo nuestro el domingo que viene. – dijo, desplegando su natural elegancia, el sitiado.
- Por favor, no hay ofensa posible. – contestó velozmente el oficial a cargo desde el comedor.- Nos iremos a la brevedad; pero, por favor, acompáñenos hasta la parada del bus para indicarnos el camino.
- ¿Creerá usted que ahora mismo no puedo moverme? Ustedes pensarán que es excusa burda, pero una certera gitana me advirtió que un gran peligro me acechaba más allá de esta habitación. Pero, si gustan, puedo pedirles un taxi por teléfono.
- Pues evitemos sentirnos ofendidos mutuamente ¿qué le parece si terminamos lo nuestro y nos despedimos sin más cortesías?
- En fin. Pero temo que esto demore demasiado. ¿Qué tal si pedimos algo para comer?
Mientras este insólito diálogo tenía lugar, el astro empresarial preparaba su arsenal para continuar con la balacera, mientras en el comedor se comenzaba a sentir el aumento de la presión atmosférica producto de la presencia de un joven con una gigantesca capacidad de audacia y heroicidad. Primero de su generación, el joven agente Hernancito Peralta estaba participando de su primer operativo importante, y demostraría en él su vocación. Comprendiendo que la atención del momento se centraba en las ironías del diálogo, se deja arrebatar por el ímpetu del buen servicio a la comunidad y se lanza veloz como un rayo hacia la puerta de la habitación. Descubre los ojos del Gerente del Crimen apostado detrás de la cama y ya está apretando el gatillo. Sus compañeros nos narraron cómo un fogonazo de tremenda intensidad iluminó el cuarto. Acto seguido, los ojos sorprendidos de sus compañeros ven caer al cuerpo sin vida de Hernancito. Un redondel perfecto, exactamente entre los ojos, le había dejado uno de los Montecristos. Los dos disparos sonaron al unísono, ambos hicieron impacto (de ahí aquel destello inusual que tuvo la habitación), solo que el disparo de la ley buscaba apresar y castigar al malhechor y con introducirse en el brazo hacía efecto. El disparo del Gerente fue un despido.
Nuevo silencio y nueva sorpresa. Un CEO no podía desaprovechar esa oportunidad y se lanzó, con su brazo totalmente escarlata, hacia la puerta del baño. Siete voces gritaron “¡Alto!” a la vez, como anuncio de la lluvia de balas que luego comenzaría. Acrobática y milagrosamente llegó hasta el baño en donde nuevamente sentó base. El jefe del operativo no salía de su sorpresa por la audacia del criminal, cuando un nuevo estupor lo asaltó: entre sus hombres había dos muertos y dos heridos.
Apenas quedaban dos justicias sin heridas en la casa.
- No creerán ustedes lo que me urgía llegar al water. – gritó riendo.
Su plan era llegar al baño para salir por la parte trasera, sin tener completa conciencia de la cantidad de policías que había afuera. No supo hasta que fue muy tarde que no había salida de allí. No por ello se privó de continuar los intercambios de pistola con los agentes de la ley. Sin embargo, a pesar de su continuidad y persistencia, el Gerente, se ve, de pronto, en medio de un charco de sangre que ya tocaba las paredes del baño. La bala de Hernancito, alojada en su brazo, fue la que lo atrapó esa vez.
Los policías encuentran al cuerpo inconsciente del criminal, con la cara aplastada contra el piso alfombrado con su propia sangre y lo llevan, sin embargo, con las esposas puestas. Tal era el temor que había creado a su alrededor.
Las esposas se convirtieron en sus compañeras inseparables durante toda su estadía en el hospital. Sus guardianes no podían creer que ese amigable joven hubiera sido el cruel criminal que decían. Hasta entraron en relación con él y llegaron a darle privilegios especiales, como tragos de caña, soberbios platos de milanesas con papas fritas (el plato favorito del viejo Gerente), e incluso hasta papeles y una birome. Sin embargo mantenían en su último fuero el apego a la ley y jamás le quitaron el ojo de encima ni le sacaron las esposas (como afirmó aquel oscuro diario amarillista). No fue poca la sorpresa de sus guardianes al encontrar una mañana de febrero la cama vacía salvo, por un diminuto papelito que tenía la siguiente inscripción:
“Sres. Agentes
De mi mayor consideración:
Habiendo comprobado que el negocio del crimen jamás paga, pero siempre da intereses; emprendo desde aquí mi nueva carrera financiera.
Para iniciar con el pie derecho mi nueva actividad, me he preocupado por dejar un rastro constante de mis movimientos y he buscado para ello a mi viejo RR.PP.. Cuando quieran ubicarme por cualquier circunstancia, les pido que acudan a él quien sabrá informarles de mi destino. Su nombre es Josecito Talas.
Agradecido por sus gestiones durante mi estadía, los saluda muy atte.
Toño
S.S.S.Q.B.S.P. y M.
Allí firma, y por primera vez se hace... Toño.
El “RR.PP:” de Toño, no era otro que su delator. Aquel envidioso personaje que viendo el crecimiento del negocio y poco satisfecho con su parte, acudió a la ley para traicionar a nuestro protagonista.
Cuando los Agentes llegaron a la casa de Talas y golpearon la puerta, no obtuvieron respuesta alguna. Hubo que derribar la puerta para encontrar un piso cubierto de sangre reseca, y una mesa sobre la que descansaba una lengua humana cortada desde el nervio. La lengua tenía un alfiler clavado sosteniendo una ostentosa tarjeta empresarial:
“José Talas
Gerente de RR.PP.
Fondo Financiero Toño
Delaciones eficaces – Amistades negociables”
Rosende, años después, se acerca a la panadería y sabe que enfrenta a mucho más que un criminal. Enfrenta a su mitología entera. También va por un Dato, por una delación (como aquella de Talas). Pero no armó operativo alguno: Rosende camina sólo, con su traje y la reglamentaria en la cintura.Es que Rosende no es policía: es comisario de la bonaerense.